El informe «Atención a la salud mental infantil y adolescente en Cataluña» de la Fundación Pere Tarrés y la Federación Salud Mental Cataluña presentado expone las debilidades y necesidades del sistema y plantea retos y propuestas concretas para garantizar una mejor atención integral a los niños y adolescentes. A la hora de desarrollar un trastorno mental en la infancia y adolescencia influyen factores como la falta de capacidades individuales, emocionales o relacionales, conductas de riesgo como el consumo de tóxicos y, muy especialmente, la interacción con la familia y el entorno social. También las circunstancias socioeconómicas pueden ser determinantes. Así, la pobreza puede aumentar el riesgo de sufrir un trastorno mental. Según datos de la Encuesta de Salut de Catalunya ESCA, «un 5,4% de los niños de 4 a 14 años en familias de inferior clase social tienen probabilidad de sufrir un trastorno mental y sólo un 2,5% en el caso de los niños de clase social alta«, afirmó Rosa Coscolla, responsable de innovación y metodología de Consultoría y Estudios de la Fundación Pere Tarrés.
En Cataluña, en los últimos años, han aumentado los niños y adolescentes atendidos por los recursos específicos de atención a la salud mental. Las problemáticas de salud mental tienen una gran magnitud, afectan a un gran número de personas y representan un gran impacto personal, social y económico. De hecho, la presencia de problemáticas de salud mental en la infancia puede comportar costes económicos hasta 10 veces superiores en la edad adulta y puede suponer el 8% del PIB en España. Una atención deficitaria puede tener consecuencias en el desarrollo del niño y su vida adulta así como en la de su familia y en su entorno.
Una de las principales conclusiones del informe es la falta de recursos en los servicios de promoción y prevención como programas de parentalidad positiva o apoyo a la crianza o iniciativas para disminuir el autoestigma. Otra de las grandes necesidades que ha detectado el informe es la falta de integración y de coordinación de los diferentes sistemas que atienden la salud mental infantil y adolescente, y los niños y niñas reciben una respuesta dilatada en el tiempo y discontinua. «Hay pocas políticas preventivas en relación a las políticas reactivas», sentenció Rosa Coscolla, jefe de innovación y metodología de Consultoría y Estudios de la Fundación Pere Tarrés, que añadió «Si hacemos políticas de prevención estaremos invertimos en la reducción de los porcentajes de problemas de salud mental».
La capacitación de los profesionales también es otro de los retos que hay que trabajar para asegurar esta atención integral y coordinada, ya que actualmente hay pocos espacios para la reflexión y la coordinación interprofesional y se ha constatado un déficit formativo y competencial. Pasar de un modelo asistencialista a un modelo de integración funcional facilitaría esta mejora de la coordinación así como el acompañamiento a las familias. «Nos encontramos en una intervención muy fragmentada» afirmó Marta Poll, directora de la Federación Salud Mental Cataluña, que ha denunciado que «El modelo de trabajo integral depende de la buena voluntad de los diferentes profesionales».
El informe muestra también la existencia de desigualdades en el acceso a los recursos de salud mental dependiendo del lugar de residencia. Además, la saturación de los servicios por falta de recursos, las largas listas de espera, la reducción de la media de visita hace que muchas familias acudan a centros privados, teniendo en cuenta que no todas las familias lo pueden permitir. Sólo en los últimos 5 años el crecimiento de la población atendida en los CSMIJ ha sido del 28% en niños de los 0 a los 18 años. Para mejorar esta situación, el informe propone igualar los recursos en el territorio e incrementar la capacidad de detección y derivación de los servicios de proximidad.
El informe manifiesta que el modelo escolar actual no acaba de hacer una integración adecuada de alumnos con problemáticas de salud mental por falta de recursos económicos, por falta de figuras como los cuidadores, los educadores y los orientadores, por falta de competencias, por dinámicas que a menudo generan segregación, etc. Además, en los centros de secundaria los recursos para atender a estos niños y niñas aún son mucho más limitados, cuando a menudo hay más necesidades de 12 a 16 años.
Finalmente, el informe recoge la sensación de soledad, desorientación y falta de acompañamiento y apoyo que expresan las familias de niños y adolescentes con problemas de salud mental. La poca coordinación entre todos los agentes implicados provoca un gran desgaste emocional en la familia. Por eso hay que poner especial énfasis en la creación de espacios de apoyo a la crianza, de acompañamiento a las familias, de coordinación con la escuela y los centros socioeducativos o espacios de ocio y participación que servirán también para hacer programas de prevención y detección precoz.